Podemos, primer acto: cuarenta días de desengaño

Podemos, primer acto: cuarenta días de desengaño

Levantar expectativas es tremendamente peligroso cuando no se saben gestionar. Grandes mensajes, aventuradas propuestas y, especialmente, la creación de ilusiones alrededor de un proyecto político pueden costar demasiado caro si se fracasa en su gestión. Es muy difícil controlar emociones y por eso emplearlas es una apuesta arriesgada. Por eso existen técnicas discursivas y de comunicación para, precisamente, rebajar expectativas y tratar de controlar determinados torrentes de entusiasmo. Por ejemplo, la última vez que se le fue de las manos al señor Presidente, directamente se acercó al corrillo de periodistas más cercano a soltar, literalmente, “rebajen sus expectativas”. Un poco burdo, pero esa es la idea. Lástima que sólo se haya leído el título del epígrafe del manual, y no haya entrado a ver las técnicas. Supongo que, comparado con el Marca, era demasiado denso. Continúa leyendo «Podemos, primer acto: cuarenta días de desengaño»

Se nos fue de las manos

Era previsible. Y nos pasa mucho, como país. Somos muy de eso: ganamos el mundial de fútbol y «Oa, oa, oa, Iniesta a la Moncloa». Se infecta una enfermera de ébola y dejamos de darnos la mano «no vaya a ser». Cae una tormenta un poco fuerte en junio y alertamos del fin de la civilización… en fin.

Pero lo de este mes ha sido de récord. Lo que ha visto la política española estos últimos 20 días lo supera todo. Libros se estarán escribiendo ya, espero, porque merece la pena ponerse a gastar la tecla para contar lo que ha pasado aquí: en 20 días hemos visto cosas que no se nos habían pasado por la imaginación en 35 años de democracia, ahí es nada. Continúa leyendo «Se nos fue de las manos»

Os mataréis en la caída (y III)

Os mataréis en la caída (y III)

Por último, fue C.J. Cregg la que pronunció las cinco palabras en el crítico final de la segunda temporada de El Ala Oeste, cuando el equipo presidencial encarga una encuesta para prever la reacción de la calle ante una polémica que se disponen a hacer pública. La portavoz le dice al asesor del Presidente que poco importa lo que piense la gente ante el escándalo, que lo de menos es guardar las formas, porque las dimensiones políticas son demasiado grandes. Y lo dice, además, en tercera persona, y no en primera.

La escena bien podría haberse dado en la sede de la Presidencia del Gobierno del Principado de Asturias al medio día del 30 de enero de 2012, poco antes de que el Presidente Álvarez-Cascos anunciara en rueda de prensa que disolvía la Junta General ante la imposibilidad de aprobar un presupuesto, vista la pinza parlamentaria que PP y PSOE decidieron poner en marcha. De hecho, es seguro que se dio: muchos fuimos los que advertimos de que en ese último disparo, el cargador de Foro ya estaba vacío. Continúa leyendo «Os mataréis en la caída (y III)»

Os mataréis en la caída (II)

Os mataréis en la caída (II)

También lo dijo, pero tres cuartos de siglo antes que Butch Cassidy, el inefable doctor Watson a Sherlock Holmes, cuando éste le relató su fingida lucha contra el profesor Moriarty en las cataratas de Reichenbach. El detective de todos los tiempos se había precipitado por ellas junto a su antítesis en el fragor de la lucha final porque Sir Arthur Conan Doyle se había cansado de la fama mundial de su personaje. Pocos años después, el escritor cedió a la presión popular –y familiar: su madre publicó una carta en el Times en la que amenazaba con desheredarle si no resucitaba al inquilino del 221B de Baker Street– y comenzó de nuevo los relatos con «El Regreso de Sherlock Holmes», en la que los dos mayores amigos de la literatura moderna se reencontraban y la fatídica caída resultaba ser sólo una treta. Sir Arthur murió sin volver a matar a Sherlock, para fortuna de muchos. Continúa leyendo «Os mataréis en la caída (II)»

Os mataréis en la caída (I)

Os mataréis en la caída (I)

Cuando en «Dos hombres y un destino» Robert Redford termina confesando que no piensa saltar de un precipicio de 100 metros para huir de sus perseguidores sólo porque no sabe nadar, Paul Newman estalla en una carcajada y le espeta: «¿Estás loco? Te matarás en la caída». Un sabio Butch Cassidy es lo que hubieran necesitado ayer Carlos Floriano, Dolores de Cospedal o Esperanza Aguirre para evitar salir a la palestra a protagonizar un absurdo: proclamar la victoria que les hará perderlo todo. Quien no lo necesitó –como siempre– fue el Presidente. Continúa leyendo «Os mataréis en la caída (I)»