
Colgando de un barranco
Siempre me he considerado muy afortunado por las personas que me rodean. Tanto las que venían ‘de fábrica’, léase familia, como aquellas en las que he tenido algo más que ver, y que suelo llamar la familia que elegí. De este segundo grupo hay, además, un cierto componente de egoísta orgullo: qué bien elijo. De Fran Sánchez Chamizo, que ya ha firmado aquí otras dos entradas (convirtiéndose en colaborador estrella), viene este artículo que es, con seguridad, de lo mejor que he publicado aquí en los últimos tiempos. Desde su puesto en el Parlamento Europeo ha sido capaz de hacer frente a la apatía que compartimos para ofrecerme un análisis que estoy muy, muy agradecido por poder, en cierto modo, hacer mío. Como siempre gracias –especialmente a él, que no ha dejado de estar nunca– por seguir ahí.