Hasta que no he escrito la palabra, hacía años que no pensaba en aquel anuncio de natillas protagonizado por Ronaldinho, entonces estrella de un Barcelona sin procés. Pero es la primera que se me ha ocurrido, al margen de otras metáforas futbolísticas que también servirán en los próximos meses, tras los resultados del CIS de hoy, que vaticinan que Cataluña se convertirá, probablemente, en el mejor remake de «Atrapado en el tiempo», esa película de la que nadie recuerda el título o directamente lo cambia por El día de la marmota.
Al margen de que hay una serie de parámetros que ya ponen en riesgo cualquier análisis del barómetro –un 90% de participación declarada, un 30% de indecisos y algunas contradicciones importantes, por ejemplo–, lo que parece claro es que el resultado que vaticina el CIS si las elecciones fueran mañana, que no lo son, aboca a la repetición electoral.
Por supuesto, semejante hipótesis hubiera sido descabellada hace no mucho; pero desde que Rajoy nos quitó el complejo de repetir elecciones –con una tercera llegó a amagar, sin pudor alguno–, parece que los líderes de los partidos políticos se han quedado con el mantra, equivocado, de que como hay ‘segunda oportunidad’, su responsabilidad de gestionar las composiciones de los parlamentos se puede abdicar.
Pero a la vista de las posiciones hasta ahora mantenidas, muchas de ellas difíciles de explicar, el resultado del CIS no deja mucho margen de maniobra.
Con una composición del Parlament similar a ésta, el peso de la investidura de la futura Presidenta –pues parece que será mujer, algo que puede ser de agradecer tras el exceso de testosterona de las últimas Legislaturas– descansa en el partido de Ada Colau, al que es más fácil referirse así que con su nombre, que nunca estoy del todo seguro de cuál es. En Comú Podem, Barcelona en Comú, Podem en Comú o algo que incluya Catalunya, Común y Podem. Si los comunes obtienen esa posición llamada en inglés kingmaker, «hacedor de reyes», parece que la repetición está asegurada, porque la equidistancia tiene un límite, que llega precisamente cuando uno tiene que elegir entre sólo dos opciones o el camino de en medio.
Sin embargo, a diferencia de lo que ocurrió en febrero de 2015 en el Congreso, la posición de «la gente» no es la única determinante. El PSC de Iceta, que algún día soñó con volver a gobernar Cataluña tras los desastres del tripartito, sorprende una vez más con un bandazo, incorporando a la derecha tradicional catalana a sus listas, pero negándose a investir a una candidata centrista. Parece difícil de entender, y lo es, que los socialistas quieran demostrar su transversalidad dando cobijo a los herederos de Durán –sí, Durán i Lleida, el del Congreso, ese señor al que tantos llamaron peligroso y que ahora se revela como lo único razonable que queda de la extinta CiU, pero que votó en contra, por ejemplo, del matrimonio homosexual– pero se nieguen a apoyar a la única persona no independentista que puede optar a formar un Gobierno no separatista.
Si hubiera un vuelco electoral, que no parece probable, y los tres partidos que se declaran constitucionalistas –Ciudadanos, PSC y PP– sumaran una mayoría superior a los partidos separatistas (no digamos absoluta), que los tres no fueran capaces de ponerse de acuerdo en un pacto de mínimos para formar un Govern de coalición que nos sacara del día de la marmota sería un escándalo de dimensiones épicas. No estamos hablando de una Legislatura corriente, sino de las secuelas que una declaración unilateral de independencia ha causado en una sociedad partida en dos, en la que la economía se ha ido al traste con la fuga de empresas y el repunte del paro, y en la que el autogobierno ha sido suspendido porque se estaba utilizando para vulnerar los derechos fundamentales de los ciudadanos y para cometer delitos. No se trata de negociar una investidura, cualquiera, sino de negociar la investidura. Si las sumas dan, negarle a Cataluña la opción de empezar de nuevo y reconducir la situación, no con un Gobierno monocolor y en minoría, sino que agrupe a cuanta más gente mejor, no debería ser una opción.
El PP, además, será el primer partido nacional de la historia democrática de España que queda relegado a marginal en una Comunidad Autónoma, tras un descalabro fruto –entre otras muchas cosas– del liderazgo cutre y chabacano de un hombre al que parece que las etiquetas de xenófobo y racista se le quedan cortas. Cuento con que alguien tenga la decencia de obligarle a dimitir la noche del 21D tras llevar a su partido al peor resultado de su historia, y su mera existencia no estorbe las negociaciones de ese gobierno tan necesario para Cataluña. A mi no me extraña que nadie quiera pactar un Gobierno con Albiol –yo tampoco querría, en circunstancias normales–, pero hay que poner por delante el interés general. A Suárez no le hizo ninguna gracia pactar con Carrillo, y viceversa. A los dos los llamaron traidores, pero los dos nos salvaron el pellejo.
Convertir a Inés Arrimadas en Presidenta de la Generalitat no es, como algunos quieren hacer ver, una vuelta a la crisis política nacional de 2016, sino todo lo contrario. No me cabe la más mínima duda de que, de ser Iceta el más votado, él tendría el apoyo de Ciudadanos para formar un Gobierno constitucionalista; es más, hasta presumo que si la cosa se pone fea, ese sea el resultado final. Pero eso demostraría la generosidad de unos frente al egoísmo de todos los demás. Y si hay algo peor para salir de ésta que un bucle electoral, es egoísmo político. Cataluña necesita consensos y un proyecto que integre a cuanta más gente mejor, incluyendo aquellos que hoy por hoy están por separarse. Pero sobre todo necesita salir de la espiral infinita en la que el cobarde de Puigdemont, que dejó que sus consellers fueran solos a la cárcel por seguir sus instrucciones, ha inducido ya por demasiado tiempo.
Gracias por seguir ahí.
Supongamos que Arrimadas consigue (como parece) un buén resultado.
No quiero pensar que Iceta se atreva a aliarse con los no Constitucionalistas. Si así fuera, sería un escándalo tremendo, como tú dices. Prefiero pensar que sus declaraciones obedecen a una estrategia para conseguir votos «catalanistas». Por otro lado queda la duda. ¿ Será capaz Iceta de consentir que Arrimadas, con su apoyo, se convierta en Presidenta de la Generalidad ?. Espero por el bién de todos que los catalanes- españoles lo que se juegan esta vez. De ello depende la NORMALIZACIÓN o no, de Cataluña.
Me gustaMe gusta