A strong and stable oblivion

Treinta y un escaños, nada menos, han ganado los laboristas de Jeremy Corbyn en las elecciones convocadas para enviarlos al olvido, en inglés oblivion. Hace apenas un mes, cuando la primera ministra Theresa May rompió su palabra y, en la cresta de la ola de los sondeos, convocó elecciones por sorpresa, lo único que se calculaba era la dimensión de la derrota laborista. Sin embargo, Corbyn, el Pedro Sánchez de la política británica –en Londres no llegaron a acuchillarle, pero estuvieron cerca y él respondió ganando unas primarias–, se ha quedado a las puertas de Downing Street gracias a que los independentistas escoceses han perdido participación y han hecho una campaña tan mala como la de la primera ministra, cediendo doce escaños clave a los conservadores. Y, sobre todo, gracias a la mayor brecha generacional de las últimas décadas.

Ni el Partido Laborista ni su líder han pasado al olvido o la irrelevancia política, el primer objetivo de Theresa May al convocar estas elecciones, una vez más, innecesarias. Si de lo que se trataba era de liquidar durante cinco años a la oposición parlamentaria, la primera ministra ha estado a punto de convertir a su propio partido en la oposición a un Gobierno de izquierda. El diario sensacionalista ultraconservador Daily Mail tituló a toda página «Crujir a los saboteadores» el día que May convocó las elecciones y hoy ha tenido que retirar su apoyo a la primera ministra a la vista de que lo único que ha crujido ha sido la mayoría conservadora, liquidada tras perder doce escaños.

Ahora, May gobernará con una exigua mayoría pactada con la extrema derecha de Irlanda del Norte y tendrá en frente una oposición más poderosa la hora de marcar las estrategias del Brexit. El gobierno del Reino Unido va a descansar en un partido cuyos miembros se oponen al matrimonio entre personas de distinto… credo: cristianos y protestantes, para ser exactos. Todo un alarde de fortaleza y estabilidad, «strong and stable», como rezaba la campaña.  Y gobernará, al menos, pese a haber advertido durante la campaña que la pérdida de sólo seis escaños supondría su caída.

El Partido Conservador lleva ya dos primeros ministros quemados por convocar a los británicos de forma inútil o incompetente. El Brexit, probablemente el mayor error político en lo que va de siglo, le costó el cargo a un primer ministro con mayoría absoluta. Ayer las elecciones anticipadas casi se lo cuestan a la primera ministra que disfrutaba de exactamente esa misma mayoría.

Y es precisamente el Brexit y sus negociaciones la otra cara de la moneda de anoche. «Strong and stable», fuerte y estable, era el lema conservador y el mantra que May repetía incesantemente como su objetivo declarado al convocar las elecciones. Deseaba, decía, una mayoría estable y contundente, un mandato claro para plantarse en Bruselas a negociar el divorcio de la Unión. Strong and stable.

Otro voto innecesario, pues Theresa May sabe bien que Bruselas nunca se ha atrevido a cuestionar la posición interna de ningún jefe de estado o de gobierno, por precaria que fuera su situación doméstica. Ni siquiera a Tsipras se le restó un ápice de representatividad cuando Grecia se caía a pedazos; Rajoy se mantuvo durante un largo año en los Consejos Europeos como la cuarta potencia que es sin que el hecho de estar en funciones y sin un parlamento mermara el reconocimiento de sus colegas; Hollande, un cadáver político andante durante años, lideró la respuesta política al brexit junto a Merkel porque hasta el último día de su mandato, sus colegas le reconocían como a un igual. May sabía bien que no necesitaba para nada un mandato de los británicos porque a la entrada del Consejo no hay un revisor que cuente las mayorías que tienen los primeros ministros. Aún así, llamó a las urnas a los británicos.

Y lo que ha conseguido, en lugar de un mandato, es una reprimenda, un mensaje que sí que preocupa en Bruselas: los británicos no aprueban la forma de conducirse de su primera ministra y no comparten el «hard Brexit», el divorcio duro que ella propugna.

Por supuesto, May ya no tiene margen de maniobra. Si su partido no la liquida, como ya liquidó a su predecesora, tendrá que negociar el Brexit sin mandato y sin mayoría, y cediendo ante el empuje de los Veintisiete, que no van a tolerar que después de romper el bloque comunitario, Reino Unido se vaya «gratis» sentando un peligroso precedente. El Brexit será duro y doloroso, y los británicos tendrán que afrontarlo con un gobierno que ha estado cerca de pasar a un fuerte y estable olvido.

Gracias por seguir ahí.

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