Ciudadanos anuncia que va a negociar un posible sí a un Gobierno presidido por el hombre-analgésico. Pero si no llega a hacerlo, ¿qué? Esa es la pregunta básica. Mes y medio después de repetir las elecciones, aquí nadie hacía nada. Lo de Pedro Sánchez es de película: ha desaparecido del mapa. Literalmente, ni los medios saben exactamente dónde está, dado el programa vacacional intensivo que ha decidido emprender. Sánchez, que sí dio la talla en febrero cuando Rajoy huyó de su responsabilidad, he decidido asumir ahora el papel del Presidente y esperar: esperar y resistir cueste lo que cueste. Aunque cueste unas terceras elecciones. Los números no mienten: no hay ninguna combinación posible sin una abstención socialista. Estos gráficos de El Mundo lo ponen fácil: ni siquiera con un  de Coalición Canaria y el PNV -algo que no va a suceder si escuchamos lo que llevan diciendo desde enero- hay investidura. Obviamente, con su abstención tampoco. No digamos ya con su voto en contra.

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Digo CC y PNV porque el nuevo Partit Demócrata Catalá no va a estar dentro de la negociación. Todos sabemos, Pedro Sánchez y su retórica cutre incluidos, que eso no va a ocurrir. PP y C’s no van a pactar con un partido que está provocando desde hace años una brutal crisis institucional en Cataluña, como es lógico. Sánchez puede pensar que usar la terminología de la Guerra Civil, como antes hacía Pablo Iglesias, le sirve para ponerse de perfil, pero va a ser que no. «Las derechas» de las que habla no existen. Para empezar, Sánchez ha olvidado que fue Ciudadanos el que le dio la mano para intentar formar un Gobierno —¿dónde estaban las izquierdas entonces? ¿Era Rivera parte de «las derechas» votando sí a un Presidente socialista?— y para seguir pretende hacernos creer que Rajoy puede pactar con el PDC. ¿Tan rápido hemos olvidado las negociaciones de Sánchez cuando él era el candidato del Rey? El Comité Federal del PSOE le prohibió basar su Gobierno  en nacionalistas. ¿Con qué cara habla ahora de una «mayoría de derechas», incluyendo a Convergencia?

No es posible hoy por hoy formar un Gobierno sin que participe el PSOE, ni por la izquierda ni por la derecha. Simplemente no es posible. Como no lo fue en la Legislatura fallida, en la que llegaron a ocupar el centro de la pista. Fingir otra cosa es ocultar la verdad, por ser benévolo.

Si Ciudadanos no hubiera dado el paso de exigir a Rajoy sentarse a negociar un sí, ¿cuánto tiempo podríamos haber pasado en este bucle infernal? ¿Hasta cuándo podríamos pasarnos con el Presidente comiendo langosta y dando paseos en Pontevedra, con el Secretario General del PSOE tomándose unas largas vacaciones fuera de las cámaras, con Pablo Iglesias completamente desaparecido? ¿Cuántos meses estaba dispuesta Ana Pastor (y esta pregunta sigue en el aire) a meter en un cajón la Constitución y un papel firmado por el Rey y no convocar un Pleno de Investidura?

Es que si no era esto, ¿qué? El PSOE ha estado jugando a evitar tragarse el sapo que le han puesto delante los españoles con el resultado electoral. Una expresión española bastante castiza -que no voy a reporoducir- refleja muy bien lo que hay: viene a decir que dada una situación de beneficio que puede ser disfrutada por todos, o efectivamente todos participan, o no lo hace nadie. O nos sentamos todos, o el sofá al río. El PSOE quería ser oposición en solitario, cuando su miserable resultado electoral apenas le permite decidir dónde se sientan sus Diputados.

Lo que ha pretendido el PSOE todo este tiempo es que Ciudadanos se trague el marrón de votar sí a Rajoy para así abstenerse cómodamente por responsabilidad y por sentido de Estado y por poner en marcha el reloj/motor de la democracia y por altura de miras y por seguir siendo la alternativa y todas esas cosas que llenan las notas de Sánchez y que él repite sin capacidad alguna de innovación dialéctica.

El PSOE dice ser la alternativa al PP de Rajoy, al partido imputado por corrupción, al edificio construido con dinero negro, pero ha sido incapaz de ganarle dos elecciones; y ahí sigue Ferraz, en pie. Parece que dispuestos incluso a unas terceras elecciones. Pues bien, ahora Ciudadanos ha cedido por enésima vez para intentar que en este país haya un Gobierno de una buena vez. Con toda la repulsa y con ninguna satisfacción, es más, asumiendo un riesgo brutal, Albert Rivera ha vuelto a poner el interés general de España por delante del propio, algo que nadie había hecho desde el lejano diciembre. Todos sabemos que Ciudadanos no quería votar a Rajoy y así lo había prometido, así que no se puede buscar tras este «quizá sí» nada más que genuina intención de salvar este bloqueo. El PSOE ya tiene lo que quería; que no prolongue más esta agonía y anuncie su abstención. Que es lo que va a hacer, tarde o temprano. Si para ésto hacía falta poner a Ciudadanos en la picota de la sombra de Rajoy, sea. Aunque demuestra la escasa altura de miras de su líder. La carrera política de Pedro Sánchez pudo acabar dignamente; ahora acabará, casi sin relevancia más allá del interés por ver quién le sucede, con el triste título de peor secretario general de la historia del Partido Socialista: no sólo ha llevado a su partido a los peores resultados de la historia sino que además le ha negado su papel de partido de Estado. Una pena.

Gracias por seguir ahí.

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