El 20 de diciembre por la noche, como sólo unos pocos recuerdan, dije que vistos los resultados electorales era Pedro Sánchez el que tenía más papeletas de reunir apoyos a su izquierda y su derecha, porque las derechas sumaban 163 y las izquierdas 161, y en el medio estaban los nacionalistas, pero Sánchez podía reunir a los dos nuevos partidos y sumar, nada menos, 200 Diputados.

Durante los 72 días siguientes me he mantenido en mis trece y la patética ‘cobra’ de Rajoy ante el Rey pareció darme la razón. Sin embargo, algunos me preguntaban insistentemente que para qué este debate de investidura que sigue mientras escribo, si «todos sabíamos ya» lo que va a pasar. El pacto entre Rivera y Sánchez me volvió a acercar a la razón y las exigencias de Podemos parecían ya absurdas comparadas con la gran oportunidad de Gobierno de cambio.

Pues bien, me equivoqué. Yo hasta hoy por la mañana dije que Podemos acabaría cediendo; es lo lógico, lo evidente ante la composición de la Cámara, lo que reclama el resultado que lograron en las elecciones. Las exigencias de Podemos, si bien legítimas, no eran creíbles y todos los sabíamos. Pero de ahí a tirar por la borda todo lo conseguido para prorrogar nueve meses a Rajoy en el poder y llegar al 26J para preguntar a los españoles quién la tiene más grande (la razón, por supuesto, aunque hablamos de Pablo Iglesias y todo podría ser), habría un trecho muy largo.

Este debate de investidura hacía falta para poner sobre el papel del Diario de Sesiones lo que debe estar escrito. En primer lugar, el certificado de defunción política de Mariano Rajoy, que acredita su absoluta desconexión con la realidad. Y en segundo lugar, la desfachatez de Podemos que no merece, insisto, no merece la posición de árbitro que le confiaron los españoles. Ha demostrado no merecerla por su permanente actitud de bloqueo, por la incapacidad negociadora, insisto otra vez, incapacidad negociadora del partido de lo circular y lo consensual. ¿Dónde está la consensualidad de Podemos, en el Ministerio de Defensa y la Vicepresidencia Plenipotenciaria del Gobierno? ¿Dónde están los pactos asamblearios en el Ministerio de Economía pero no en el de Educación? ¿Dónde está la participación de las bases, que tantas lecciones permitió dar, en todo esto?

Habrá repetición de las elecciones generales porque Pablo Iglesias así lo ha querido. Sabe muy bien, lo ha sabido siempre, que su pacto de izquierdas no tiene mayoría pero prefiere ir a las urnas para certificar el fracaso político de todos antes compartir sus cotas de poder con Ciudadanos en un pacto a tres. Porque Podemos ha resultado ser eso: una máquina diseñada, y muy bien diseñada, sólo para alcanzar y mantener el poder.

El debate hacía falta para retratar a todos. Albert Rivera ha protagonizado una intervención brillante, sin más. El líder de C’s subió a la Tribuna incluso robándole a Pedro Sánchez el tono y el porte presidencial; fue Rivera el único candidato real a Presidente del Gobierno que apareció hoy por el Congreso, aunque no fuera tal. Su discurso fue equilibrado y firme. Sin estridencias. Sin ambages. Tiene un acuerdo y ha cumplido su parte con sobrada solvencia.

Después está Rajoy. Si el PP quería mantener el voto pensionista se le ha ido de las manos: no hacía falta retroceder a los pactos de Guisando, porque va a tener que desenterrar a los votantes. Con volver atrás tres décadas hubiera bastado. Lo que hizo el líder de la gente, el defensor de lo social: recurrir a la cal viva, ni más ni menos que a la cal viva de los GAL, para atacar a quien quiere que sea su copresidente del Gobierno. Decía un gran amigo en Twitter:

Que haya nuevas elecciones. Nueve meses más de Gobierno en Funciones de Mariano Rajoy es el precio que nos va a costar a los españoles. Seis meses más de una agonía que todos hemos visto empezar la noche en la que Rajoy, tras perder cuatro millones de votos, sesenta escaños y dos tercios de su poder institucional en España en 6 meses, empezó el delirio de proclamar su victoria y su derecho divino a gobernar,

La incapacidad de Podemos y del PP para pactar, uno a su derecha y el otro con cualquiera, es la única y gran culpable del fracaso de la XI Legislatura. Vistas las posiciones, no esperemos más. Dediquemos dos meses que empiezan a contar hoy –qué déficit de los resortes constitucionales se ha descubierto– más 54 días a la campaña electoral que, esta vez sí, tiene que definir un proyecto de país para las próximas décadas. Y ya que votamos otra vez, no puedo más que confesar lo que me parece justo que ocurriera: que el electorado premie a quienes han actuado con responsabilidad y castigue a los que han mentido a todos, Podemos, y a los que, enfermos terminales de corrupción y falta de liderazgo, han sido incapaces de asumir su papel como fuerza más votada. Ni PP ni Podemos merecen más que el castigo de las mismas urnas que ellos han forzado.

Yo voy a ir pidiendo, perdón, rogando de nuevo mi voto. Cualquiera vuelve al país en el que la cal viva ha vuelto a ser un recurso político.

Gracias por seguir ahí.

 

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