A mis hermanos pequeños, especialmente el que hoy cumple su primer año, les parecería de ciencia ficción, pero cuando yo era pequeño ­–más pequeño– y me enganché por primera vez a una consola de videojuegos, ésta era enorme y no distinguía más colores que el fondo y el negro. Probablemente fuera un modelo primitivo de “Game Boy”, aunque ya no me acuerdo. Sí recuerdo el desproporcionado cartucho gris que contenía el videojuego de Mario Bros., que consistía en manejar un diminuto Mario que iba saltando por plataformas esquivando bolas de fuego y agujeros. Mario tenía cinco vidas, lo que significaba que cada vez que resultaba carbonizado, tocaba un bicho o se precipitaba por uno de los pozos, volvía a un punto anterior. Pero una vez se consumían las cinco vidas, había que volver a empezar. Yo siempre fui un torpe y al final me di por vencido y me entregué a cosas mucho más divertidas como el Monopoly o el Risk.

La sensación de un Mario cayéndose por un precipicio sin más vidas que consumir es la que he vuelto a sentir hace pocos minutos cuando los partidos independentistas de Cataluña han puesto fin al teatro de dos meses y han anunciado que, milagrosamente en apenas tres cuartos de hora, hay un acuerdo para investir President de la Generalitat, para formar Govern y para empezar la Legislatura llamada a proclamar la independencia.

Que los catalanes sean capaces de tolerar este vodevil político carente de toda ética, todo sentido de servicio y de responsabilidad, es problema de los catalanes. No seré yo quien compadezca más a un pueblo que se deja engañar por burdas mentiras y tolera con su voto la corrupción endémica que padecen todas las ramas del poder en Cataluña; aunque tenía la esperanza de que unas nuevas elecciones mermarían la mayoría independentista y beneficiaría al bloque constitucionalista, premiando el papel de Inés Arrimadas como líder opositora a un Gobierno inexistente.

Evidentemente mis esperanzas eran fundadas; siempre he dicho que la repetición de las elecciones no tendría lugar porque eso perjudicaba a ERC, a Mas y a la CUP, y veo que ellos pensaban lo mismo. Ahora, seguramente, defenderán un acuerdo por el que el número tres por Gerona –ahí es nada­– se convierte en President como el último grito en democracia consensual, amén de la retirada de Mas como un hombre de Estado, un gigante de la Historia que da un paso atrás para permitir… un gran salto adelante, ¿no? Un nuevo President que fue con su bastón de mando a intimidar a un Tribunal y a arropar a un imputado.

No hay más vidas. Si el lunes arranca en el Parlament una Legislatura en la que la CUP ha agotado su capital político quemando a Mas y, por lo tanto, votará sí a lo que pida el Govern, el Palacio de la Moncloa no puede quedar en funciones durante seis meses para repetir comicios en primavera. Es incuestionable y un riesgo democrático brutal, amén de un fracaso político absoluto de los partidos responsables de la gobernabilidad.

Con el problema de Cataluña de nuevo en agenda, como era previsible, ya no queda más espacio para amagos y medias tintas: el pacto entre PP, PSOE y Ciudadanos para un Gobierno de coalición que asegure por un lado la integridad de España y por otro las reformas institucionales que se requieren de inmediato es insalvable.

Para ello, es evidente, Mariano Rajoy debe renunciar a sus aspiraciones de volver a ser Presidente. El PSOE ya le ha dado su ‘no’ un no obvio y razonable que se venía venir de lejos. Ciudadanos, como prometió, tampoco va a darle un sí a este Presidente. Si hay sentido de Estado, y debe haberlo; si hay voluntad de pacto, y se necesita urgentemente; y si hay consciencia de lo peligroso que puede llegar a ser prolongar esta situación más de lo necesario, Rajoy debe dar el paso atrás que se le exigió en las urnas del 20 de diciembre y facilitar un Gobierno de gran coalición que pueda hacer frente a los desafíos que tenemos por delante. Es lo mínimo que se puede esperar de él: que después de tanto tiempo, no siga la misma estrategia que Artur Mas.

Gracias por seguir ahí.

 

3 comentarios en “Se acabaron las vidas

  1. Pero tú crees que el problema es Rajoy? Según el PSOE (y Ciudadanos), el problema no es la persona, sino el programa. Por tanto, un pacto sería contra natura. Al igual que en Asturias, eso si… pero igual que veo a Chelines arrastrándose hasta lo miserable, no veo al PSOE alzando al PP al gobierno.

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