Esto ocurre en todas las elecciones: nos venimos arriba y damos un resultado ‘a ojo’. En general suele estar más o menos claro quién va en qué dirección: era difícil equivocarse en las generales de 201, por ejemplo. Los más atrevidos hacemos incluso porras con el porcentaje de voto y, para los que el riesgo es un modo de vida, nos lanzamos a dar un reparto de escaños. A veces sin horquilla ni nada, un rotundo ‘143’ como si supiéramos bien la distribución ideológica de la provincia de Soria. Pues bien: absténganse de hacerlo en estos dieciséis días, porque van a fallar.
En el CIS se han debido de quedar bien a gusto después de estamparnos el último barómetro de la Legislatura a 18 días de las urnas. Y no lo digo por los resultados, que ahora comentaré, sino por el tamaño de la muestra: más de diecisiete mil entrevistas. Se trata de una de las mayores encuestas de la historia reciente de España. Los estudios de los periódicos –Metroscopia, SigmaDos, etcétera– suelen tener entre 1.000 y 3.000. Esto le da, por supuesto, un valor superlativo.
¿Alguna alegría? Ninguna. De hecho, el primer tiro es en la frente: ¿diría usted que le interesa la política? El 61.2% afirma que poco o nada. Hay más gente que piensa que la situación política está peor que la económica. El 51% de los españoles opina que un Gobierno del PSOE esta legislatura lo hubiera hecho igual (igual de bien o igual de mal, pero igual).
El dato más importante de la encuesta nos lo da la pregunta 10b: de entre quienes declaran intención de ir a votar (un 86.9%), nada menos que el 41,6% no tiene decidido su voto. Es un porcentaje de indecisión electoral inédito en la historia de España. De ahí que no les aconseje que se jueguen los cuartos dando pronósticos –a nadie le hace daño apostar una cerveza, a algunos nos encanta cobrarlas luego– porque ni aunque tuviéramos una macro encuesta de 39 millones de entrevistas sabríamos quién va a ganar el voto de los españoles: no lo saben ni ellos.
A la pregunta directa de a quién votarían si las elecciones fueran “mañana” (entre el 27 de octubre y el 16 de noviembre, es decir, antes de debates y en la mayoría de los casos antes de los ataques de París), el saldo es del 16.2% para el PP, 14.9% para el PSOE, 11.6% para ciudadanos y 6.9% para Podemos. En esta pregunta hay un 20% de ciudadanos que declaran que se acostarían tras la jornada de reflexión sin haber decidido.
La pregunta siguiente es muy curiosa porque inquiere acerca de la “simpatía”. ¿A ustedes este u otro partido les cae “simpático”? A mí tampoco, pero así lo pregunta el CIS. Pues bien, sorpresa: PP, 16.7%, PSOE 18.9, Ciudadanos 11.9 y Podemos 6.8. O sea, que Pedro Sánchez (4,59/10) puede parafrasear a Suárez (padre): «Me quieren, pero no me votan» (al 18,9% «les gustaría» que ganase). Justo lo contrario le pasa a Rajoy (3,31/10): nadie le quiere, pero le votan bastantes.
La última: en cómo se definirían los españoles ideológicamente, un 14% elige «socialista» (que no comunista ni socialdemócrata) y un 12,2 elige «conservador»… Pero es que un 11% opta por «liberal» y un 10,3 por «progresista». ¿Quién es quién?
Bien, ¿qué nos deja este batiburrillo de datos? Bueno, lo primero es la objetiva y contrastada animadversión del país hacia su Presidente (calificación personal irrisoria, un 55,4% no votarían «nunca» a su partido, etc.). Y lo segundo es lo determinante que van a ser los dieciséis días de campaña que restan.
Cada voto cuenta ahora más que nunca y gracias a eso, vamos a ver jugadas arriesgadas esta campaña, porque el que no arriesga no gana, es más, va a perder estrepitosamente. Huyamos de los cálculos de escaños, porque nadie va a acertar con un 40% de indecisos, y centrémonos en las propuestas, centrémonos en lo que hacen los candidatos, en lo que dicen que hacen y en lo que han hecho antes. Quedan por delante dos semanas apasionantes. Siempre y cuando no nos la amarguen, claro. Bertín Osborne hizo un intento anteayer invitando a cenar al Presidente y convirtiendo hora y media de televisión pagada por todos en una canonización del nuevo santo, córpore insepulto e incorrupto, del Partido Popular. En un ejercicio de onanismo sin precedentes desde que Mariló Montero dejó de reírse de sus propias pifias, en el que sólo faltó al presentador imitar aquellos anuncios de Herbal Essences con cada “broma” de Rajoy, se produjo un cambio dramático en el lenguaje político de los españoles. Quizás alguno de ustedes lo haya percibido. De pronto, la palabra ‘campechano’ que la cultura española asociaba indisolublemente al Rey Juan Carlos se ha girado, como por ensalmo, hacia Rajoy jugando al futbolín («me he tirado un mes preparando esta partida», pero las responsabilidades de Gobierno no me dejan ir a los debates electorales). Hacia el único hombre del planeta que declara ser capaz de estar 15 minutos a solas con un hombre en un gimnasio sin darse cuenta de que es Barack Obama.
En cualquier caso, no quiero termminar la crónica de hoy sin mencionar una imagen que vimos ayer: la de Pablo Iglesias sentado en el escaño azul de Presidente del Gobierno en el Congreso, con las cámaras alrededor, dando un mitin en el hemiciclo que generó abucheos y aplausos entre los ciudadanos presentes en la jornada de puertas abiertas. Ese escaño azul –a la izquierda de la Presidencia, es decir, el que ocuparon Zapatero y González, y no el de la derecha, que aún ocupa Rajoy– representa una institución que lo es de todos. En ese escaño azul jamás, y cuando digo jamás sé de lo que hablo, jamás se ha sentado nadie que no sea Presidente o Vicepresidente del Gobierno. El poco respeto demostrado por Iglesias al cargo que pretende ocupar sentándose en esa butaca que es mucho más que una butaca a soltar el ‘speech’ le hace, para mí, aún menos merecedor del sueño de ocuparlo durante cuatro años. Rivera, por cierto, también estuvo ayer en el hemiciclo y se cuidó muy mucho de acercarse a la bancada azul.
Gracias por seguir ahí.
«El 51% de los españoles opina que un Gobierno del PSOE esta legislatura lo hubiera hecho igual» Esto es, sencillamente, demoledor y explica perfectamente por qué tenemos el país hecho unos zorros.
«de entre quienes declaran intención de ir a votar (un 86.9%)» Este es otro dato importante: somos unos mentirosos. ¿8 de cada 9 tienen intención de ir a votar? Como de ir al gimnasio todos los días, claro.
«el 41,6% no tiene decidido su voto» Esta cifra es engañosa, porque lo que si tienen decidido ese 41,6 % es a quien no van a votar. Entonces, las posibilidades de votar se reducen, casi siempre, a 2. Quizá recoger esto en el análisis sea muy difícil, pero nos daría muy aproximadamente el resultado final. Decir que hay «un 41% de indecisos» no es del todo cierto.
En cualquier caso, las encuestas han demostrado estar desfasadas. Y yo lo entiendo perfectamente si recuerdo la única encuesta electoral que yo contesté, o la que hace unos días contestó mi madre.
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