Doble tick azul

tick azulHace bastante tiempo que vengo pensando en la entrada del 10 de noviembre. Los escenarios eran variados: la guardia civil retirando urnas me parecía una imagen ciertamente evitable, pero por qué no un requerimiento contundente del Gobierno a Artur Mas para que cumpla la Ley, o quizás una declaración conjunta de los Grupos del Congreso en contra de un acto ilegal. Simplemente un llamamiento de alguien –que, llévense las manos a la cabeza, no ha existido– a los ciudadanos para que no secundaran esta farsa. Pero una vez más el Presidente ha superado las expectativas. Como dice Pedro J., que debe haberse caído del caballo con una galleta mayor que la de San Pablo, ayer Rajoy fue «la nada con gaseosa».

Impresionante es poco para la cadena de despropósitos que ayer tuvimos que contemplar los españoles. Ya me he cansado de explicar a quien quiere escucharme que la democracia no es dejar caer un papel en una urna, sino que es un principio muchísimo más amplio que implica, además de votar, cumplir la Ley –que es expresión de la voluntad popular, es decir, de la misma democracia– ante la que todos somos o debemos ser iguales. Bien es cierto que tal y como está el patio, es muy complicado defender que todos somos iguales. Pero no vale decir que qué vergüenza que Matas salga de la cárcel mientras entra Pantoja, y rasgarse las vestiduras porque no se cumple esa igualdad, si a continuación se defiende que lo de ayer es democracia etiquetada y en botella.

Por lo tanto, no: votar como se votó ayer no es democracia. O, desde luego, no es la democracia en la que yo creo.

Claro que en la democracia en la que yo creo, existe un Gobierno cuyas funciones son, entre otras, velar por el cumplimiento de la legalidad. Debo de tener la palabra ‘ingenuo’ escrita en la frente.

Ayer Rajoy sólo fue capaz de generar un ‘doble tick azul’: en la nueva jerga de WhatsApp, significa que ha recibido el mensaje y lo ha leído. Ahora, todos los españoles estamos en esa fase de incertidumbre ante la respuesta, con el nerviosismo de quien sabe que su mensaje ha sido leído y espera ver cuál es la reacción del interlocutor. Basta con preguntarse a uno mismo la sensación que queda cuando en esa situación no hay respuesta, para entender lo que nos espera ahora.

El nueve de noviembre se ha saldado como un día en el que un grupo de personas cuyas ideas chocan contra el orden constitucional legítimo pudieron desafiar al Estado y salir indemnes. El mismo Presidente que se identificó a si mismo con el Estado –«el Estado de Derecho no se somete a chantajes», sentenció el Rajoy versallesco cuando le pedían la dimisión mientras Bárcenas le chantajeaba a él– se pasó el día encerrado en su despacho, y sólo a media tarde tuvo la feliz idea de enviar a un funcionario ascendido a Ministro a leer una declaración vaga ante un micrófono pegado con celo mientras Artur Mas, en su “centro de prensa internacional”, proclamaba la voluntad de Cataluña de gobernarse a si misma como si no llevara cuarenta años haciéndolo.

Mientras Rajoy perdía todas las batallas –la política por incomparecencia, la judicial por incapacidad y la mediática por goleada–, los ciudadanos que todavía creemos en algo contemplábamos atónitos un espectáculo dantesco. Y hoy nos hemos levantado preguntándonos por qué.

Mienten con descaro a todas horas y ni siquiera dan tregua para desmontar cada mentira. Este Gobierno cobarde se escuda detrás del Tribunal Constitucional para no impedir un engendro de falsa democracia cuando tiene los medios materiales, legales y políticos para actuar y evitarnos a todos un bochorno más que sumar a la lista de agravios que ya no son agravios sino razones como puños de Pablo Iglesias.

Rajoy ha elegido una vez más no hacer nada ante el mayor atropello de nuestra Constitución en décadas porque es incapaz de producir nada más que ticks azules. No hay respuesta a Cataluña como no la hay ante seis alcaldes detenidos, ante un desfalco de un banco rescatado con dinero público, ante una amenaza biológica descontrolada durante 48 horas, ante un escándalo de financiación ilegal o ante una crisis política galopante que se está llevando por delante instituciones enteras.

10-Gener-12blogQue no nos mientan –«Cuando no les vemos, ¿se ríen de nosotros?», la viñeta es magnífica–: son elecciones, son decisiones, son actos conscientes que exigen una valoración en consecuencia. Rajoy no puede decir que no aplicó el artículo 155 de la Constitución porque le parecía desproporcionado. El artículo 155 dice que si una Comunidad Autónoma perjudica gravemente el interés general –y el cumplimiento de la Ley por parte de los poderes públicos (9.1CE) forma parte del interés general– el Gobierno deberá requerir al Presidente de la Comunidad Autónoma que cese en su actitud. Y sólo cuando ese requerimiento oficial es desatendido procede intervenir, con la autorización del Senado.

¿Acaso no podía Rajoy requerir a Mas por escrito, después del despropósito de estos últimos tres años, que cumpliera la Ley? ¿Aunque sólo fuera para demostrar que corre sangre por sus venas? Es mentira que el Gobierno haya hecho «todo lo posible» para hacer cumplir la Ley porque hoy Cataluña ha amanecido con un Govern que no reconoce la Constitución, y los catalanes no pueden fiarse de que mañana tampoco reconozca las Leyes que prohíben las expropiaciones arbitrarias, o los registros policiales o los toques de queda. Y la culpa es de los miembros de ese Govern, por descontado, pero también de Mariano Rajoy, porque él tiene los medios para evitarlo.

Por no hablar de la actitud de la Fiscalía, un cuerpo que debe «promover la acción de la justicia en defensa de la legalidad» «conforme a los principios de unidad de actuación y dependencia jerárquica», «legalidad e imparcialidad». Traducido: los fiscales deben perseguir a quien infringe la Ley, deben hacerlo siempre de la misma forma y deben hacerlo de acuerdo a las instrucciones de sus superiores. Al Fiscal General del Estado lo nombra el Gobierno. Así que, señor Rajoy, vaya a reírse de otro mientras le dice que está “sorprendido” por la actuación tibia de los fiscales ayer.

Si el Presidente del Gobierno tiene estos y muchos otros mecanismos, no los pone en marcha y no explica por qué no lo hace, todos deberíamos tener claro que él es el responsable, porque fue él el que puso la mano sobre la Biblia y ante un crucifijo juró «por su conciencia y honor guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado». Póngase cada uno como se quiera poner, pero la realidad es que si ayer los independentistas pudieron sacar unas urnas a la calle y mediante un engaño masivo pretendieron robarnos a todos nuestro derecho a decidir sobre nuestro país, que se llama España, fue gracias a este Presidente.

Y así, sin conciencia, sin honor y sin atisbo de arrepentimiento, impasible el ademán e impertérrito el semblante, aparecerá mañana o pasado Mariano Rajoy, quitando importancia a unos problemas que le costarán el cargo antes o después y rodeado de personas tan o más incompetentes que él, dispuestas a traicionar todos los principios que alguna vez defendieron con tal de seguir contando con una bula papal en forma de Ministerio, Secretaría de Estado o miserable concejalía. Los españoles, mientras tanto, con la mirada fija en el icono azul esperando una respuesta, pierden la paciencia.

Gracias por seguir ahí.

5 comentarios en “Doble tick azul

      1. Sí, desde luego que podemos hacer algo. El problema es que para que ese ‘algo’ sea efectivo y tenga mas trascendencia que el mero color de un Gobierno, hace falta que el cambio de actitud sea tan amplio que es imposible sin que pasen dos o tres generaciones: se llama convertirnos en una sociedad moderna, cosa que a todas luces no somos. Un Gobierno no le toma el pelo de esta forma a una sociedad democráticamente madura y termina la Legislatura, en ningun Estado civilizado. La culpa no es sólo de ellos.

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