Mientras la Comunidad Internacional carga contra Putin y la Unión Europea, venida arriba tras su atracón democrático del verano, impone sanciones que nunca podrá aplicar por el derribo de un avión con 298 occidentales a bordo, mil personas han muerto en una invasión de veinte días. Mientras esta mitad del planeta se dispone a pasar las vacaciones –Rajoy hace una suerte de ‘semana fantástica’ antes de su rueda de prensa del viernes, supongo que para tener algo que contar en ella– en Gaza mueren ancianos, mujeres y niños a manos de misiles lanzados desde F16 del que muchas veces se ha dicho que es el mejor ejército del mundo.
Misiles con tecnología punta contra chabolas que apenas se tienen en pie. Drones dirigidos por satélite contra hospitales. Infantería de élite contra guerrilleros de túnel y trinchera.
Todos los Estados del planeta tienen reconocido el derecho y el deber de defenderse de los ataques terroristas y de luchar contra quienes los perpetran. Israel tiene derecho a defenderse de todos los ataques que sufre, y también a mostrar un comprensible recelo tras sufrir varias veces a lo largo de la Historia sucesivos intentos de exterminio de su pueblo.
Pero la respuesta desproporcionada de Tel Aviv no puede tener cabida en la tolerancia de esta sociedad. En un siglo en el que la tecnología permite operaciones de precisión nunca vistas en la historia humana; en el que se puede bombardear cualquier objetivo desde un cuartel bajo tierra sin asumir riesgos; en el que es posible determinar con exactitud milimétrica el qué, el cómo y el cuánto de cualquier cosa que suceda en la Tierra; en un siglo como ése, que no es otro que el nuestro, no se puede derramar la sangre de niños inocentes en una playa.
En un siglo como éste no pueden bombardearse hogares con familias enteras dentro con la excusa de que en ellos se ocultan terroristas. No pueden admitirse como daños colaterales de la ‘lucha antiterrorista’ millares de víctimas inocentes. No hay conciencia que soporte que sobre 325 km2 –la mitad de la superficie del Ayuntamiento de Madrid–, hiperpoblados por dos millones de personas, hayan caído 2.900 misiles.
La guerra en esta era se iba a librar en Internet y los mercados financieros, y sus víctimas no iban a ser humanas. Yo no me creo que el Estado de Israel no tenga medios para diferenciar un terrorista de una anciana católica de 60 años.
Hay que poner fin a la masacre. El desgarrador grito del papa Francisco ayer en Roma –«No más guerra. Es hora de detenerse. Deténganse, por favor, se lo pido con el corazón, deténganse»– se une a decenas de miles de personas que claman por la paz y exigen que dejen de morir personas que nada tienen que ver con las absurdas guerras de religión que prosiguen mil años después.
Israel y Palestina son dos Estados que están llamados a aprender a convivir en Tierra Santa. Ningún precepto del Derecho Internacional permite a un Estado colonizar otro por ‘prevención’ antiterrorista. Con las medidas oportunas y las precauciones que procedan, la vía de los dos Estados definida por la ONU ya en 1949 debe convertirse en una realidad.
Mientras el mundo no ponga fin a esta guerra no tiene autoridad moral para exigir nada de nadie. En el Despacho Oval hay un Nobel de la Paz; en Bruselas hay otro. Si las dos fuerzas políticas y económicas más fuertes del momento no son capaces de forzar la paz, si Netanyahu no cede a las presiones internacionales, habrá que tomar medidas. Pero no podemos seguir volviendo los ojos para apartarlos de este drama.
Miles de vidas se han perdido ya mientras la diplomacia fracasa y los misiles y cohetes siguen cayendo sobre Gaza.
Gracias por seguir ahí.
Como siempre, una dosis (por desgracia) de fatalismo. Una información documentada y tremenda de la amarga realidad de cada día.Y un día y otro me pregunto dónde, cómo y quién debe parar esa guerra desigual que tiñe de sangre las calles de Palestina, y, que desde las pantallas de la TV, contemplamos impotentes.
Las playas de los niños palestinos muertos, no son las nuestras….aquí los pequeños juegan, corren, sin saber que a otros niños, en otra playa siniestra, se les hurta lo más importante: la vida.
Jaime, tu artículo me sobrecoge, pero a «este lado» necesitamos SABER. Pocas veces la información que nos dan es documentada y objetiva. Gracias
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Me gusta muchisimo leer tus articulos pues, además de estar siempre muy bien documentados, me dan un punto de vista «joven, fresco e incluso soñador» que yo, por culpa de mis años, he perdido. Sin embargo en este artículo coincido por completo contigo. Lo que está ocurriendo con estas guerras no está justificado de ninguna manera. No es un tema de la edad de los ojos con los que se mira, es un tema de principios, calidad humana y justicia. Ellos sufrieron un inaceptable exterminio y ahora pagan con la misma moneda, a caso no aprendieron nada?
Por suerte (bendita suerte la de los que, por azar, estamos en este lado del mapa) nuestros hijos tienen otras playas que visitar este verano y, las fotos y recuerdos que guardarán de ellas, distan mucho de tu «única playa del verano».
Como siempre, es un lujo leer tus artículos!
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