Os reproduzco varios fragmentos de mi carta a Francisco Álvarez-Cascos, Presidente de Foro Asturias, de fecha 20 de julio de 2013.
«Estimado Presidente:
Me pongo ante el teclado una vez más para escribirte de forma pública. Lo hice por primera vez, recordarás, aquel frío 3 de enero de 2011 tras tu soberbia intervención en Oviedo, en la que marcaste para bien o para mal –no lo juzguemos aún– la historia política de España iniciando una carrera inédita en la democracia que culminó el 22 de mayo siguiente al ganar las elecciones autonómicas en el Principado de Asturias.
Desde entonces vengo defendiendo pública y privadamente lo necesario de Foro Asturias para la política asturiana y, en esencia, también para la nacional. Un revulsivo como el que lideras era necesario, sino imprescindible, ante la decadencia acomodada en los dos grandes partidos; si ya lo era en enero de 2011, nadie puede poner en duda que lo es ahora, bien entrado el 2013. Milito entusiastamente en el partido desde su nacimiento hasta hoy y no puedo decir que me arrepienta de hacerlo; ni siquiera en los días en los que he tenido que defender a Foro Asturias de las voces que lo tachaban con todo tipo de calificativos que no pretendo reproducirte, seguro de que los conoces tan bien como yo.
Soy de los que opinan que ni el Partido Popular ni el Partido Socialista podrán recuperar la confianza ciudadana tras estos últimos seis o siete años y todo lo que ha sucedido durante ese tiempo. O, mejor dicho –quizá sí puedan–, no deberían recuperarla. Pero también opino que la caída desordenada de ambos supone poner en grave riesgo el sistema constitucional que nos rige. Después de treinta y cinco años de imperfecta democracia, porque todas lo son y basta recordar alguna cita del genial sir Winston Churchill para darse cuenta, no podemos permitirnos una catarsis que suma en el caos a las instituciones. Las democracias funcionan mediante los partidos; podremos debatir siempre su forma y su control, pero es necesario, y bueno, que existan. Por eso la inexorable caída de PP y PSOE debe ser proporcional al ascenso de alternativas.
Creemos nuevos partidos, inauguremos otras formas de liderazgo, reconduzcamos las estrategias políticas y construyamos una democracia mejor. No hay que arrasar lo que tenemos. No hay que reformar en este sentido la Constitución; el fundador de la Compañía de Jesús ya nos enseñó que «en tiempos de tribulación no hacer mudanza». Sólo es necesario regenerar la política y modificar algunas leyes que permitan materializarse el cambio que nuestra sociedad pide a gritos.
Pero, querido Presidente, en primera persona del plural digo que parece que estamos fracasando en el intento. No hay regeneración. No hay cambio. No hay reformas. No hay savia nueva. Son, y si me lo permites, sois siempre los mismos.
Te pedí que dieras voz a una generación, la mía, que está desamparada por los poderes públicos y que no tiene –palabras tuyas– ni presente ni futuro en la tierra que ama. Quizá hayas podido leer la respuesta de este Gobierno a la pregunta escrita que a instancia mía presentó generosamente nuestro amigo común, Isidro Martínez Oblanca, en el Senado. Se trataba de saber lo que hacen los poderes públicos para el efectivo cumplimiento del artículo 46 de la Carta Magna en lo que respecta a la participación de la juventud en el desarrollo político. La respuesta evidencia que sólo importamos a la clase gobernante como estadística: concretamente, las cifras del paro juvenil. Saben que somos un grupo abstencionista en general; no les importa nuestro desprecio hacia su trabajo y lo que representan, no les preocupa la desertización de la vocación de servicio al país, no les importa lo que pensemos de ellos. Les importa que trabajemos, en lo que sea y a ser posible no en política –Ana Botella dixit–, para que puedan dejar de sonrojarse cada principio de mes con los datos de desempleo. Desoladora respuesta, creo yo, que viene firmada por el Gobierno de la Nación.
No ayuda, ciertamente, a mejorar la imagen de la política entre los de mi quinta la idea de que la corrupción está generalizada. Tú, y yo, y la mayoría de quienes lean esta carta, sabemos de sobra que ni todos los políticos son corruptos, ni lo son la mayoría. Pero en la situación en la que nos encontramos, Presidente, eso no basta.
La política, bien lo sabes, no es un tablero de ajedrez en el que sólo importan los hechos. También pesan las circunstancias y sólo será un buen político –un buen gobernante, un buen estadista, un buen servidor– el que sepa adaptarse a ellas; lo dijo Cánovas del Castillo hace un siglo y medio. Por eso, ahora, con la corrupción afectando a todos los órganos del Estado incluido el símbolo de su unidad y permanencia, la Corona, no basta con ser honrado: también hay que parecerlo.
[…] no podía esperar menos que tu aparición ¡tan esperada! para responder a lo que se te imputa desde las páginas de un diario cuyo director tiene demasiadas ansias de protagonismo. Opino que en política las explicaciones deben ofrecerse, no exigirse; es decir, lo primero debe ser salir a la palestra y no esperar a que alguien lo pida casi como un favor. Nadie pone en duda la presunción de inocencia, el respeto a los Tribunales y toda esa verborrea autocomplaciente que una y otra vez los partidos utilizan para ganar tiempo. La lentitud de la Justicia permite que los asuntos se diluyan día a día con la colaboración del rápido avanzar del ciclo informativo. Pero la Justicia es una cosa y la política es otra.
Respondamos a la política con más política y dejemos a los jueces un discreto segundo plano en el que trabajar. Cuando un Telediario se convierte en una crónica continua de la actividad de los Tribunales presenciamos el fracaso rotundo de la política. Judicializar el debate es inútil. Los magistrados decidirán quién tiene la razón, pero mientras tanto hagamos POLÍTICA, respondamos con acciones políticas a las acusaciones políticas. Está muy bien recurrir al aval de la Justicia para demostrar la veracidad o la falsedad de un hecho o una declaración política y es lo que se debe hacer en un Estado de Derecho, pero hemos permitido que hoy por hoy los grandes asuntos se decidan en los tribunales y no en los parlamentos. Para eso, todos los que ocupan un acta de Diputado pueden abandonarla y dedicarse a obtener un título en Derecho con especialización en Procesal.
Querido Presidente, aunque para mi gusto tarde, has salido a la palestra para hacer política y negar con la rotundidad que te demandamos las acusaciones que se te imputan. En tu caso, no me importa –aún– que sean verdaderas o falsas, me importa que acudas raudo a calmar a quienes llevamos mucho tiempo dispuestos a poner la mano en el fuego por ti. Nadie puede negar que los hechos que pretende demostrar Luis Bárcenas se produjeron cuando eras secretario general del partido mayoritario y Vicepresidente primero del Gobierno de la Nación. Tu brillante trayectoria no invalida las responsabilidades anteriores y creo necesario y hasta honorable que con la mayor naturalidad expliques lo que hiciste o dejaste de hacer entonces como un ejercicio de transparencia, honestidad y coherencia.
[…] Lo que espero de ti como tu votante y tu seguidor, es que salgas ante los ciudadanos, y sobre todo ante los tuyos, y simplemente nos digas lo que queremos oír. No nos importa que demandes a El Mundo, o a Bárcenas, porque tardaremos meses sino años en saber la verdad. ¿Por qué no escucharla de tus labios? Eres un político, Presidente, no un abogado ni un fiscal. Todas las profesiones requieren de los tribunales para responder, menos la política. Tienes permanentemente a tu disposición la tribuna de los medios y la audiencia de los ciudadanos. No es necesario el recurso a los Tribunales, o al menos no es lo primordial. La prioridad siempre debe ser la atención a la ciudadanía, no la protección de los intereses personales como son el honor o la propia imagen, porque sois servidores de la ciudadanía. Anteponer una cosa a la otra determina la grandeza de un político o revela su nula vocación de servicio, dependiendo de cuál vaya antes.
Nadie que se dedique a la política lo hace sin asumir que sufrirá ataques, que algunos serán bajos y rastreros, que otros serán mentiras infundadas o verdades manipuladas para hacer daño. Está dentro de la política y quien no quiera enfrentarse a ello puede elegir entre profesiones más apacibles. No estoy de acuerdo con la judicialización de la lucha política, con el abusivo recurso a los Tribunales. Cuando uno tiene razón es fácil demostrarlo; «se puede engañar a unos pocos durante mucho tiempo, o a muchos durante poco tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo» (Lincoln).
Querido Presidente, no dejes lugar a la decepción. Te otorgué mi incondicional apoyo y como te decía al inicio, no me arrepiento de haberlo hecho. Pero creo que corremos el riesgo de defraudar las altas expectativas que muchos como yo depositamos en nuestro partido. Foro Asturias fue un proyecto ilusionante como ha habido pocos en la política española y no podemos permitir que pierda su encanto con el paso de los días y los meses. Te concedo que es muy difícil mantener esa “magia” durante mucho tiempo, pero debemos aspirar a más.
Decisiones como la, en mi humilde opinión, precipitada convocatoria de elecciones anticipadas no invitan a hacer un balance positivo de una gestión que ha tenido grandes aciertos pero que no hemos podido o sabido transmitir correctamente a la ciudadanía, distraídos quizás en debates que no eran los trascendentales y en intercambios dialécticos –y judiciales– con los interlocutores equivocados. Nuestro objetivo es, o debe ser, el bienestar ciudadano y no un periódico, por mucho que injurie y mienta. No debemos tener en la portada de nuestra página web un destacado puesto para “las mentiras de La Nueva España” mientras nuestras ideas y nuestros hechos ocupan una pequeña columna. Es un ejemplo apenas estético que refleja el fondo de lo que quiero decir.
No basta con tener la razón, hay que explicarla. Con el asunto de Bárcenas, con el Niemeyer, con la TPA, con aquellos fatídicos Presupuestos, como con todo lo demás, creo que es necesario comparecer cuantas veces sea necesario, explicar y aclarar. Si no lo hacemos estamos perdidos, sometidos a la interesada lentitud de los procesos judiciales y sofocando el debate político para reducirlo a un tibio intercambio de “y tú más” que tiene hartos a los españoles.
Yo no quiero ser cómplice de esta “insoportable levedad”, que diría Kundera, donde todo parece ser relativo hasta que se demuestre radicalmente lo contrario. […]
Hagamos la política que los ciudadanos demandan, volvamos a recuperar la ilusión que una generación de dirigentes nos ha robado. Devolvednos a mí y a los míos la fe en un país en el que todo se derrumba a nuestro alrededor, en el que se repite como un mantra demoledor que todo es corrupción, todo es mediocridad y todo es mentira.
Si ni siquiera nosotros creemos en nosotros mismos, no podemos esperar que nadie lo haga. No puede ser tan difícil. Es imposible que lo que demando esté tan lejos de la realidad. Nos ha tocado vivir un tiempo difícil, no peor que otros, pero es en la adversidad donde se revelan los talentos. Aún me quedan años de preparación para lo que tenga que venir; no obstante creo que estoy en mi derecho de exigir todo lo dicho a mis líderes, a mi partido y a mi Presidente.
Quedo, quedamos, en tus manos. Muy agradecido por estos años pero esperando que lo mejor esté por llegar, te envío un saludo muy cordial.»
Gracias por seguir ahí.
Jaime, deberías haberme enseñado la carta antes de enviársela al Presidente, para acompañarla con mi firma. ¿Puede verla entera? ¿Has tenido respuesta? Si la tienes (que la tendrás, espero), házmelo saber, por favor, porque mis inquietudes respecto a nuestro partido son casi clónicas de las tuyas.
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