Después de la maratón académica del año regreso al teclado sabiendo que tengo inmerecidamente abandonado este rincón de la Red.
Hoy he preferido no traer palabras propias a la entrada. Desde hace algo más de un mes tengo pendiente compartir el que creo es el texto más importante que he leído en dos años de carrera. He pasado por Aristóteles, Platón, Bodino, Maquiavelo, Weber, claro; todos ellos capitales y sin los cuales no se entiende nada de lo que habitualmente es nuestro objeto de debate.
Sin embargo, este fragmento de De la burocracia al management, del management a la gobernanza (un libro de 2005 del politólogo catalán Joan Prats, especialista en Administraciones Públicas y en general sistemas políticos fallecido en 2010) me ha parecido absolutamente fundamental dada la situación en la que nos encontramos.
En general, la obra –que no he leído entera– hace un recorrido más teórico que práctico por la evolución de los aparatos administrativos de los Estados modernos y las reformas que deben acometerse para adaptar esta maquinaria a los tiempos que corren. Desconozco si es más o menos compatible con la presentada el viernes por el Gobierno, que ya analizaremos más pronto que tarde, pero al menos es realista.
Me voy por las ramas; he seleccionado el último inciso del capítulo 3 (“De la burocracia a la gerencia, de la gerencia a la gobernanza”) titulado Conceptualización, defensa y elogio de la política. Son apenas 5 páginas monumentales de las que extraeré lo mejor para no resultar demasiado tedioso. Espero que las juzguéis tan acertadas como lo he hecho yo.
«El actual desprestigio de la política tiende a ser un fenómeno universal. Las razones de ello son muy diversas. ¿Por qué todos los dictadores del mundo han detestado la política? Se atribuye a Franco la frase «joven, haga como yo, no se meta en política». Salazar dijo: «Detesto la política desde lo más hondo del corazón; todas esas promesas ruidosas e incoherentes, las demandas imposibles, el batiburrillo de ideas infundadas y planes poco prácticos…, el oportunismo al que no le importan la verdad ni la justicia, la vergonzosa búsqueda de la gloria inmerecida, las incontrolables pasiones desatadas, la explotación de los instintos más bajos, la distorsión de los hechos, toda esa febril y estéril agitación». Castro declaraba en 1961 a un periodista: «No somos políticos. Hicimos la revolución para echar a los políticos. Nuestra revolución es una revolución social».
Franco, Salazar, Hitler, Mussolini, Stalin, Castro o Pinochet, por encima de sus irreductibles diferencias, coincidían en detestar la política: ninguno de ellos se consideraba político, ninguno hubiera definido sus afanes como política. Se consideraban por encima de ella, y, sin embargo, profesaban un apego casi obsceno al poder. Sirva este sencillo dato para comprender que la política, aunque lo incluye, es algo diferente a la mera búsqueda y ejercicio del poder.»
«En nuestro tiempo se registra un fenómeno único en la historia: la democracia es el régimen político que merece mayor apoyo a nivel popular, pero la política democrática -la verdadera política- y las instituciones en que se produce -especialmente los partidos políticos y el Parlamento- acusan una sensible pérdida de confianza en casi todos los países. No hay, pues, desafección respecto de los ideales democráticos, pero sí respecto de las prácticas y las instituciones políticas en que se han encarnado. En muchos países se viven crisis de gobernabilidad que las instituciones y actores políticos no parecen capaces de superar. La crisis de gobernabilidad se da también a nivel global: la política que fue capaz de generar libertad y bienestar en los Estados-nación industrializados se encuentra con enormes dificultades para generar desarrollo humano en las sociedades globalizadas.»
«Una de las condiciones para que podamos construir gobernabilidad democrática nacional y gobernanza democrática global es que recuperemos la conciencia y la confianza en la política como una excelente y civilizadora actividad humana. La política no nos permite ir en pos de ningún ideal absoluto que resolverá de una vez y para siempre las ansiedades humanas. Ninguna política conseguirá devolvernos al lecho materno.
La política es una gran malentendida. Muchas veces se la conceptualiza como un mal necesario. Rara vez se la aprecia como algo con vida y carácter propio. No es religión, ética, derecho, ciencia, historia ni economía; no lo resuelve todo ni está presente en todo, y no es ninguna doctrina política concreta, ya sea conservadora, liberal, socialista, comunista o nacionalista, aunque pueda contener elementos de casi todo lo anterior. La política es política.
El mundo está lleno de hombres y mujeres que aspiran al poder y que tienen en común el rechazo de la política. Proliferan en estos tiempos.»
«La política es una manera de gobernar sociedades plurales sin violencia innecesaria. La política merece grandes elogios. Es una preocupación de seres libres y su existencia es una prueba de libertad. La política merece ser elogiada como «ciencia de las ciencias», como la llamó Aristóteles, y no simplemente aceptada como un mal necesario. La política es creadora de civilización.
La política es a veces conservadora: preserva los beneficios mínimos del orden establecido; otras es liberal: se compone de libertades concretas y requiere tolerancia; otras es socialista: provee las condiciones para el cambio social consciente que permita a los grupos participar sobre una base equitativa en la prosperidad y la supervivencia de la comunidad, y otras es republicana: tiende a crear las condiciones para que todo ser humano quede exento de la dominación arbitraria de otro y disponga de las capacidades básicas para desarrollar su modo de vida, participando positivamente en la vida de la polis. La preponderancia de uno u otro elemento varía según el momento, el lugar y las circunstancias, pero todos ellos deben estar presentes en alguna proporción.»
«La actividad política es, en efecto, un tipo de actividad moral; es una actividad libre, creativa, flexible, agradable y humana; no pretende ser capaz de solucionar todos los problemas ni hacernos a todos felices, pero puede prestar algún tipo de ayuda en casi todo. La política se envilece cuando se insensibiliza ante el sufrimiento humano. Cuando permite que los dirigentes se consideren por encima del bien y del mal y adopten comportamientos no sujetos a las reglas de comportamiento exigibles de los ciudadanos corrientes, la política se envilece.
La política exige el gobierno constitucional y el imperio de la ley. El desarrollo de las garantías constitucionales es la clave de la libertad. La política exige la democracia constitucional. Pero no se olvide que ninguna Constitución puede ser mejor que los hombres y mujeres que la pongan en práctica.»
«La política es la actividad humana orientada a preservar la libertad y a conciliar los intereses en las sociedades diversas y complejas con el fin de asegurar su supervivencia y desarrollo; éste es su valor meta; la política no es la aplicación rígida de ningún sistema de verdades, principios o soluciones técnicas; un sistema es político cuando crea los espacios institucionales donde todos podemos exponer, defender y conciliar nuestras verdades. Pero el fin de la política siempre es el mismo: la supervivencia y el progreso.»
«Lincoln dijo el 5 de octubre de 1858:
«Vuelvo a repetir que si hay alguno entre nosotros que no crea que la institución de la esclavitud es un error en cualquiera de los aspectos que he mencionado, se ha equivocado de lugar y no debería estar con nosotros. Y si hay alguno entre nosotros que sienta tanta impaciencia por deshacer ese error que no desee tener en cuenta su implantación entre nosotros y las dificultades que entraña eliminarla de repente de manera satisfactoria, o las obligaciones constitucionales que la rodean, se ha equivocado de lugar y no debería estar entre nosotros.»
Cuando no estamos dispuestos a recorrer este tipo de caminos estamos abandonando la política. Podemos entonces elegir entre dejarnos guiar por un autócrata benevolente que promete acabar con la esclavitud mañana mismo o por quedarnos sin hacer nada para no mancharnos las manos con concesiones o equivocaciones. Pero el político siempre necesita tiempo, pues sólo el tiempo puede conciliar la ética absoluta con la ética de la responsabilidad. Cierto que los hipócritas y los enemigos de las reformas siempre usan el tiempo como excusa para el inmovilismo. El político usa el tiempo para impulsar las reformas. El moralista hipócrita se conforma con grandes leyes reformistas que deja inaplicadas.»
«Nuevamente el referente de Lincoln puede ser de utilidad. En uno de los momentos más difíciles de la guerra de secesión, un militante abolicionista instó a Lincoln a comprometerse con la manumisión inmediata como cuestión de principio. La respuesta es uno de los mejores textos sobre qué es y qué no es la política:
«Mi objetivo primordial en esta lucha no es defender ni destruir la esclavitud, sino proteger a la Unión. Si pudiera proteger la Unión sin liberar a ningún esclavo, lo haría: si pudiera hacerlo liberando a todos los esclavos, lo haría, y si pudiera hacerlo liberando a algunos y dejando a otros como están, también lo haría. Lo que hago en relación con la esclavitud y la raza de color lo hago porque creo que contribuye a proteger la Unión, y lo que evito hacer lo evito porque no creo que ayude a proteger la Unión… He expresado mis objetivos de acuerdo con lo que considero que es mi deber oficial y con ello no pretendo modificar el deseo personal que he expresado con frecuencia de que todos los hombres, en todas partes, puedan ser libres».
Lincoln ponía la salvaguarda de la Unión, el orden político mismo, por encima de todo lo demás, no porque no le preocupara el sufrimiento y la exclusión de la población negra, sino porque sólo si volvía a existir la Unión, sólo si volvía a existir un orden político común para el Norte y el Sur, podrían abordarse esos problemas. La primera responsabilidad del dirigente de un país es proteger al Estado en beneficio de los que habrán de seguirle.»
«El orgullo tiende a ser un vicio muy frecuente en los políticos y en todos los que se dedican a la vida pública. No era el caso de Lincoln, al que sin embargo no faltaba autoridad. El verdadero político no puede permitirse el orgullo. Vive en un mundo público de calumnias, distorsiones e Insultos. Con frecuencia debe soportar el desdén al ser tildado de amañador y oportunista, así como la burla de los Intelectuales por carecer de Ideas brillantes. El buen político debe aprender a tragarse el orgullo. Como observó Lincoln, «no tengo tiempo para malgastar la mitad de mi vida en peleas. En cuanto un hombre deja de atacarme, no vuelvo a recordar el pasado contra él». Y advirtió a uno de sus generales: «no quiero que haga nada por venganza, haga todo por seguridad futura».»
«La política es sólo una de las posibles formas de ejercicio del poder, claramente superior a todas las otras. Como remarcó sencilla y brillantemente Crick, en la política encontramos la creativa dialéctica de los opuestos: es la prudencia temeraria, la unidad diversa, la conciliación armada, el artificio natural, la contemporización creativa y el juego del que depende la civilización libre: el conservador reformista, el creyente escéptico y el moralista plural: sus cualidades son la sobriedad vivaz, la simplicidad compleja, la elegancia descuidada, las buenas maneras groseras y la eterna inmediatez; es conflicto hecho debate, y nos Impone una misión humana a escala humana.»
Gracias por seguir ahí.