A medida que avanzan las horas, y con ellas los acontecimientos ante la Puerta del Sol, mi cabreo tiende al alza. De hecho, crece con cada individuo que entra en el recinto, y van varios miles.
Hace tiempo que digo que siento cierta identificación con el movimiento «No les votes», y desde luego tengo muy claro que nuestra democracia podría serlo mucho más con una Ley Electoral justa, no como la vigente. Y creo legítimo, como he creído siempre, que el pueblo se manifieste cuando vea que su voz no es escuchada por quienes actúan como sus representantes políticos. Escribí al Congreso hace más de un año exigiendo la renovación política, la limpieza general en las Cortes Generales y el liderazgo que nos falta.
Hoy, sin embargo, las cosas han cambiado. Ya no nos encontramos ante una manifestación legal, espontánea y en pro de la democracia y la libertad. Y que no nos engañe nadie, porque quienes queremos democracia y libertad nos manifestamos el 15 de mayo, no el 18.
Es innegable que la protesta ante la Puerta del Sol es un ejemplo de civismo por su organización y su vocación de no perturbar el orden público. Repito, que no nos engañe nadie, porque casualmente los acampados ya no piden democracia; gritan contra el capitalismo. Los que exigen libertad, claman contra Esperanza Aguirre. Y quienes se concentran «por una Democracia Real Ya» están preguntando si queman el Congreso.
¡Qué casualidad! No puedo resistirme. Qué casualidad que a cuatro días de las elecciones en las que la derecha se proclamará ganadora por incomparecencia, la «spanish revolution» tome Madrid. ¡Qué casualidad que lo haga ante la sede del Gobierno autonómico por antonomasia del PP! ¿Por qué no ante el Congreso de los Diputados? Está a menos de 300 metros y también tiene una plaza delante. No diré Moncloa (debería) porque soy consciente de que queda a desmano, pero… ¿la Puerta del Sol? Curioso, muy curioso.
Basta con los lugares… vamos a los mensajes. Porque, de nuevo, la fatalidad del destino quiso que el manifiesto del 15M apareciera en la web del PSOE. Que Tomás Gómez se identificara con los descontentos, «amigos» de Rubalcaba en sus propias palabras y que ¡oh! proponen, como quien no quiere la cosa, votar «partidos como IU». ¿Por qué no a Democracia Nacional? Es un partido pequeño. Yo os respondo a mis preguntas retóricas, es muy fácil. Demasiado para mi gusto.
Zapatero y el PSOE han logrado lo que González no fue capaz de desatar en 1996: el «miedo a la derecha». Ahora, casualmente, vemos a la gente dormir en la calle para cambiar las cosas. Y ¿por qué no en 2008? ¿por qué no en las autonómicas de 2007? La política lleva así mucho tiempo y las ganas de cambio se llevan palpando años.
La izquierda vuelve a engañarnos y consigue que en la recta final de una campaña sin precedentes no se hable de 5 millones de parados sino de acampadas. Que no se hable del crecimiento alemán y el estancamiento de España sino de manos al viento, dantesca parodia de las millones de manos pintadas de blanco a las que yo asistí aquel julio de 1997. Que no se hable de que somos una amenaza para Europa sino de cartones en el suelo y lonas colgando de la estatua de Carlos III.
Pero lo más recalcitrante es ver cómo la Junta Electoral prohíbe la manifestación, y cómo la Delegación del Gobierno, la representante de La Moncloa, no hace nada para cumplir la sentencia en este país de parodia en el que los terroristas gobiernan Ayuntamientos, los tribunales obedecen a los partidos cual Grupos Parlamentarios y los ministros se permiten el lujo de «conocer todo lo que haces y oír todo lo que dices».
Yo no pienso dejarme engañar una vez más. Pero temo que muchos españoles ya lo hayan hecho. De nuevo será una estafa electoral que beneficiará, como decía un querido profesor, «a los mismos». «Porque siempre son los mismos».
Escaño vacante 