Cuando a principios de este año el ya ex presidente Ben Ali abandonaba Túnez, en ningún momento durante la ahora llamada «Revolución de los Jazmines» se me ocurrió pensar que el ejemplo tunecino se extendería a otros países de su entorno.
Un mes después del comienzo de las revueltas en Túnez, nos encontramos un momento clave de la historia contemporánea. Desde hacía semanas Egipto se encontraba sumido en el caos después de que cientos de miles de personas tomaran las calles de su capital para pedir libertad. Hosni Mubarak cayó y Egipto inició su camino a la transición.
Finalmente, el estrambótico dictador Muamar el Gadafi veía como su «amado» pueblo se levantaba contra él y los heroicos rebeldes esquivaban al Ejército, los tanques y los bombardeos a civiles y marchaban hacia Trípoli con la decisión de quien realmente cree en lo justo de sus actos.
Pero los rebeldes son civiles, cuentan con armas rudimentarias y las robadas al Ejército del coronel, un Ejército profesional con su artillería, su infantería y su aviación. Los rebeldes no son rival para las fuerzas entrenadas de Gadafi.
Esta noche el Consejo de Seguridad de la ONU vota una resolución que debió llegar hace semanas. Una resolución que significaría el golpe a Gadafi que debió producirse cuando los rebeldes se acercaban a Trípoli y Gadafi daba zarpazos de gato panza arriba bombardeando a los civiles. Una resolución que puede llegar demasiado tarde si Gadafi cumple sus amenazas y entra en la capital rebelde «como Franco entró en Madrid».
La cobardía de Estados Unidos y Europa está a punto de costar al mundo una oportunidad única para derrocar a uno de los dictadores más peligrosos del planeta, sólo superado por Kim Jong Il en Corea del Norte. La cobardía de Occidente de emprender acciones necesarias, tristes e indeseables pero necesarias al fin y al cabo, contra un dictador que sólo puede apoyarse en su petróleo, puede costar demasiado cara a todos, y especialmente a los miles de libios que desafiaron a su Gobierno y exigieron democracia y libertad.
La cobardía que convertirá el explosivo espíritu de cambio en mera pólvora mojada.